A besita de l’ánchel
De la escritura de A besita de l’ánchel guardo buenos recuerdos: recluido todo un verano en la casa familiar de Caudiel, machacando las teclas de una vieja máquina de escribir, y recreándome en el Fausto de F. W. Murnau. Esta nouvelle obtuvo un accésit en el “III Premio Internazional de Nobela Curta” del Consello d’a Fabla Aragonesa, en 1993. Sobre esta obra, dije en un blog antiguo: “Una cita de Juan Eduardo Cirlot (Tú estás dentro de mí y estarás viva / cuando digan de mí que ya no existo) encabeza A besita de l’ánchel [La visita del ángel], donde recreaba, con un lenguaje en exceso experimental, los amores del que sería papa Silvestre II con una mujer turbadora (¿un súcubo?) que yo identificaba con la Lilith del judaísmo. La trama era delirante y la lengua empleada casi ilegible: en ella hermanaba al papa Silvestre II con Jesucristo y a éstos dos con Josep Carles Laínez; Lilith era María Magdalena y a la vez mi Ana de entonces. Alternaba descripciones minuciosas con fragmentos entrecortados en la boca de un ángel, Snsnwy. En fin, extravagancias del fin de la juventud”.